5 cosas para extrañar de Chile

Bandera rota flameando en un Rocky Cay de San Andrés
Como vivo en Santiago porque me encanta, no es difícil extrañar muchas de sus cualidades y otras que conforman el espectro de lo “típico chileno”

Cuando estoy en otro país y me quejo de que algo no funciona, jamás lo comparo con Chile porque creo que es importante valorar las diferencias y entenderlas. Si uno viajara para experimentar exactamente los mismos modos de vida que tiene en su tierra, todo perdería sentido. 

Aún así al pensar en las cosas que extraño, éste es mi ránking. 

1) La marraqueta con palta. Ya me lo decian Óscar y Francisco en Costa Rica. Tras años viviendo fuera de Chile desde la época del exilio producto de la dictadura (han regresado varias veces, pero sienten que Costa Rica es, a fin de cuentas, su verdadero hogar), la marraqueta con palta es lo que más echan de menos y yo concuerdo con ellos. Un pan de calidad, denso pero a la vez suave, con contenido. Una palta hass consistente y cremosa. Combinación gloriosa que sólo se puede mejorar si la marraqueta está previamente tostada. 

2) Las carreteras. Oooooh, yo no sabía las carreteras que teníamos hasta que las perdí. Kilómetros y kilómetros de ruta asfaltada de corrido, libre de “eventos”, que los buses pueden transitar a una velocidad adecuada para llevarnos a destino a tiempo. Nunca más quejarme por un peaje he de.

3) El transporte público de Santiago. AAAAAAAAAAAAH, PUNTO MÁS POLÉMICO QUE LA CHUCHA LA MANZANA DE LA DISCORDIA. ¿Es posible extrañar la mierda de el mal transporte público que tenemos? Lo es. Ojo, no estoy diciendo que sea bueno ni que no haya que mejorarlo, porque como santiaguina considero que es uno de los puntos bajos de nuestra calidad de vida; pero como es TANTO MEJOR QUE EL RESTO, no puedo sino extrañarlo. Extraño el metro que me lleva a todas partes, el gran tamaño de los buses donde quepo sin problema, la posibilidad de consultar mi viaje en googlemaps y saber exactamente dónde tomar la micro y dónde bajarme. Nada de eso hay en el resto de los países que yo he visitado, excepto en Medellín, pero es sólo una ciudad entre tantas de América. Lo echo de menos. 

4) Los horarios de comida. Extraño almorzar a las 2 de la tarde y cenar a las 9. Por estas latitudes se come muy temprano y yo siento que no me calzan los preceptos. Me ha tocado cenar tipo 18.00 o 19.00 un montón de veces y no me siento en paz con mi organismo. A eso debería sumar los horarios de levantarse, porque acá todo comienza muy temprano debido a que el sol a las 5.00 ya está asomado. ¿Dónde quedó eso de dormir hasta las 11.00?

5) El hablamiento único. Siempre intento hablar de la manera más pausada y articulada posible. Y cuando estoy con extranjeros aún más, pues sé que cuesta entendernos. A mí todo el mundo me entiende. A veces me dicen que no parezco chilena, y yo sé que se debe a este esfuerzo que hago, aunque siempre cuelo algunos de mis vocablos para darle sazón a la comunicación. Qué ganas de expresar cuáticamente los más profundos pensamientos y emociones a través del hablamiento con chispeza que sólo el chileno puede comprender. Creo que las únicas veces que he podido sacar mi chiiiiia-logo interior ha sido skypeando con mi amiga Cintia. El resto del tiempo lo mantengo a raya porque sé que no se entiende, y cuando me encuentro con otros chilenos (casi nunca), siempre estamos en el mambo de hablar en inglés rodeados de gringos que no saben español. Además, nadie entiende las tallas. ¿Qué saco con decir “Palo de Pinilla” o “Adiós tía Paty” ante ciertas situaciones? ¿Qué saco con referirme a “Nancy sé digna” o vociferar “el grito grito gritooooooo”? Lo bueno es que todo el mundo en el continente ha visto, ve y seguirá viendo El chavo del 8, asi es que al menos hay jerga para explotar por ahí. Aunque no es mi hablamiento chileno, algo es algo. 

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